Lilia O’Hara

La franquicia regresa con varios aciertos.
Tiene un elenco que ya había encantado a los fans en Ghostbusters Afterlife, pero ahora el grupo de cazadores de fantasmas regresa a su guarida en 14 N Moore Street en Nueva York.
En la tercera entrega de la serie (Reboot Ghostbusters de 2016, se cuenta aparte) el filme que se estrena esta semana logra ser un producto atractivo para diferentes generaciones de aficionados.
Por un lado están aquellos que recuerdan los primeros dos filmes de 1984 y 1989 con Dan Aykroyd, Ernie Hudson y Bill Murray a la cabeza, pero ahora también atrae a la generación Z con un grupo de jóvenes actores encabezados por Mckenna Grace y Finn Wolfhard, ambos bien establecidos en el ámbito de la televisión gracias a The Young Sheldon y Stranger Things. Ah, y una generación entre estos extremos está representada por Carrie Coon y Paul Rudd como Callie Spengler y Gary Grooberson, los nuevos líderes de los cazafantasmas.
En esta entrega, la familia Spengler regresa a la icónica estación de bomberos de Nueva York donde los Ghostbusters originales han llevado la caza de fantasmas al siguiente nivel. Cuando el descubrimiento de un antiguo artefacto desata una fuerza maligna, los cazafantasmas nuevos y viejos deben unirse para proteger su hogar y salvar al mundo de una segunda edad de hielo.
Bajo este marco, además del atractivo elenco, la película ofrece un matiz nostálgico al retomar elementos de los primeros filmes, incluidos, fantasmas conocidos, como la burbuja verde esa que deja una desagradable sustancia gelatinosa por todas partes.
Los espectadores pueden encontrar muchos puntos familiares en la película, incluso el retorno de Annie Potts quien dio vida a la secretaria Janine Melnitz en los primeros dos filmes.
Luego, la oferta se actualiza con un oscuro villano, un fantasma que viene de un pasado milenario y que es muy muy malo. En algunos momentos, el filme incluso alcanza un tono siniestro al presentar al personaje Garraka, que viene con la intención de congelar no solo a sus enemigos directos y largamente extintos, sino a toda la humanidad. Ghostbusters: Frozen Empire mantiene un equilibrio entre el conflicto familiar y las electrizantes batallas con abundantes efectos especiales.
También puede apreciarse una comedia física en la que los objetos cobran vida y actúan como personajes cuando son poseídos por un fantasma. Hay algunos objetos en verdad son divertidos pues está muy bien lograda su comedia antropomórfica, mención especial en este caso se merece una bolsa de basura que se escapa de la biblioteca de Manhattan. Buena actuación.
El elenco joven incluye una fresca diversidad étnica integrada por Emily Alyn Lind, Logan Kim y Celeste O’Connor, y hay un personaje inglés, interpretado por James Acaster, que se parece en mucho a un joven Michael Caine, acento incluido.
Otro personaje que se gana la simpatía del público es el vendedor de objetos de oscura procedencia interpretado por Kumail Ali Nanjiani. Su actuación y el desarrollo de su personaje merece un aplauso aparte.
En cuanto a la historia, bueno, no hay mucho por donde darle vueltas cuando el título en sí cuenta de qué se trata, pero la presentación y el desarrollo de la historia resulta entretenida.
Los elementos clásicos de la saga se encuentran ahí junto con el uso de tecnologías actuales, como los drones, pero la esencia original está ahí y es un acierto.
La película es dirigida por Gil Kenan y en general satisface a los seguidores de la franquicia y a quienes buscan un rato de entretenimiento familiar con un poquito de nostalgia y otro tantito de deja vú.



