Lilia O’Hara
Leo la noticia y no quiero creerlo. Sigo leyendo y no queda duda: es cierto. Landmarks’ Hillcrest Cinemas cierra sus puertas. Una lucecita se apaga en mi corazón. Este cine era uno de los últimos espacios donde todavía se podían ver películas extranjeras y filmes independientes. Aunque últimamente exhibían más películas comerciales, y aunque yo misma llevaba meses sin ir por diversas razones, saber que ya no está ahí me entristece.
El cine independiente, para mí, es el verdadero cine. Recuerdo que cuando estaba en la preparatoria en la Ciudad de México, mi entonces mejor amigo me dijo una mañana: “Ya no tenemos más clases hoy, vamos a la Cineteca”. Había funciones desde temprano, y para mí fue un gran descubrimiento. Vimos una película en francés cuyo título no recuerdo, pero ese día inició un hábito: ir regularmente a la Cineteca a ver películas de distintos países.
En la universidad tomé un curso de apreciación cinematográfica y luego me inscribí en un taller de cine experimental. Como parte de ese grupo, una de nuestras obligaciones anuales era asistir a la muestra de cine internacional que se proyectaba en un cine sobre avenida Reforma. Me enamoré del arte cinematográfico, y por eso, cuando tuve la oportunidad de empezar a escribir en un periódico, mi primer tema fue el cine.
Al principio me enfocaba en la parte técnica de las películas, pero pronto entendí que el cine comercial de Hollywood, al cual dedicaba mis primeras reseñas, es algo completamente distinto al cine de arte. Aunque el cine comercial tiene su calidad y fórmula para entretener, el cine de arte busca algo más: inspirar, reflexionar o simplemente permitir que un artista exprese lo que siente. Si el público se entretiene o reflexiona al verlo, eso es secundario; lo principal es la expresión artística.
Cuando llegué a vivir a San Diego, seguí escribiendo reseñas de cine. Durante muchos años tuve la fortuna de ver las películas que se proyectaban en Landmarks’ Hillcrest Cinemas antes de su estreno. Aunque ahora comento películas con menos frecuencia y trato de ser más selectiva, siempre recordaré con cariño esos días.
Landmarks’ Hillcrest Cinemas era un verdadero centro de culto para quienes apreciamos el cine como arte. Estas salas dedicadas al cine extranjero o independiente son espacios de descubrimiento, al mismo nivel que los museos, que para mí son una especie de templos culturales.
En San Diego todavía queda el Digital Gym Cinema, que también proyecta películas extranjeras y es sede del Festival de Cine Latino local. Ir al cine es un ritual que, lamentablemente, ha ido desapareciendo, sobre todo después de la pandemia. Sin embargo, ver películas interesantes, especialmente en compañía de amigos, sigue siendo una de las mejores formas de fomentar la conexión social. No hay nada como discutir una película después de la proyección, con una taza de café o la bebida que uno prefiera.
Apreciar y disfrutar del cine de arte es una actividad que nos lleva a descubrir lugares, costumbres y sensaciones diferentes. Espero sinceramente que no desaparezcan por completo los pocos espacios que aún quedan para disfrutar de este tipo de cine. Desde luego, la mejor manera de apoyar estos espacios es visitarlos.